viernes, 5 de noviembre de 2010

..:::Armoniosamente:::..

El sendero por el que caminaba no se alcanzaba a ver, todo a mí alrededor era oscuridad y el frío se adentraba tanto, pero tanto en mi cuerpo que llegaba hasta mis huesos. Mis sentidos estaban un poco turbados por el alcohol que había consumido y mi cerebro pensaba con lentitud; mis ojos no lograban acostumbrarse a tanta ausencia de luz y en medio de tanta confusión un búho me hizo saltar pues me asustó con ese sonido tan peculiar, tan escalofriante, tan intimidante; llegué a pensar que estaba viviendo una película de terror.

Escuché una melodía que mis oídos disfrutaron aun cuando mi cerebro no la reconocía, era como si estuvieran cantando la canción que deseé escuchar toda mi vida, una niebla bastante densa cubrió el asfalto, lo cual dificultó aun más mi caminar. De repente me sentí atraído hacia un árbol que estaba un poco lejos, no sé qué tenia el árbol, pero sentía la necesidad de palpar su corteza, de recostarme sobre su tronco, fue como si el árbol fuera aquel amigo que te sostiene en sus hombros mientras caminas cuando estás embriagado. Sus ramas se movían tan violentamente por el viento que el sonido casi inaudible del rozar de las hojas era demasiado fuerte, incluso se le podía tildar de perturbador.

Todo era tan borroso que decidí dejarme llevar por aquella hermosa melodía que al sentarme en las raíces de aquel árbol se escuchaba claramente en mi cabeza, como si me la estuvieran cantando al oído; sentí que esa melodía rozaba mis hombros y me acariciaba el cabello.

Entre los intervalos de aquella melodía llegó a mí el sopor y en un calderón perdí completamente la razón.